lunes, 15 de abril de 2013

LA REVOLUCIÓN FRANCESA



LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Líber Romero

Este 14 de julio se cumple un nuevo aniversario de la toma de la Bastilla. La Revolución Francesa ha sido considerada, tradicionalmente, como la más importante e incluso el modelo impulsor de las restantes revoluciones que impusieron el régimen político liberal, rompiendo con las estructuras económicas, sociales y políticas del Antiguo Régimen. No fue la primera revolución de signo liberal, pero se produjo en una de las potencias europeas y en el Estado más poblado (después de Rusia); fue la que dio un esquema más radicalizado y la más amplia participación de masas y, finalmente, fue la que tuvo mayores pretensiones de expansión.
La Revolución Francesa es en primera instancia una revolución burguesa, en tanto que la burguesía es la clase de vanguardia de la revolución. Los principios rectores de la misma que nacieron con la filosofía de las luces nunca traspasaron, aún en los sectores más radicalizados (los sans-culottes[1]) la base del nuevo sistema: la propiedad privada. Fue burguesa no sólo en el consenso logrado ideológicamente sino también en los límites que impuso al movimiento de masa (p.e. el 14 de junio de 1791 con la ley Le Chapelier contra las asociaciones o en la actitud jacobina ante la democracia popular)
Negar esto es erróneo e implica una intención de deformar la historia. De nada sirve a la comprensión histórica, el diluir el sentido de clase de una revolución al plantear que los dirigentes de la misma no eran burgueses en el sentido estricto de la palabra (es decir dueños de los medios de producción) sino intelectuales (dato correcto desde el punto de vista cuantitativo no cualitativo), porque esta postura olvida que cada clase social[2] que busca el dominio de una sociedad tiene que generar a su interna (o ganar a la externa ) los intelectuales necesarios para ganar el consenso social. Hegemonizar al conjunto de la sociedad en tanto clase para sí.[3]
La historiografía de la Revolución Francesa refleja la lucha de clases en el plano científico. Comprender la revolución es hacerlo consciente o inconscientemente desde una postura de clase.
Francia durante el siglo XVIII era la primera potencia. Al empezar el siglo tiene una población de 18.000.000 habitantes y un ejército de 400.000 hombres. Domina cultural y diplomáticamente Europa. En el ámbito interno, los derechos regionales y locales hacen imposible una administración unificada.
A partir de 1713 se hace evidente la bancarrota de sus finanzas. El sistema fiscal era incapaz de aprovechar la riqueza del país para hacer viable la política  militar de Luis XIV sin resentir la economía (problema sin solución durante todo el siglo).
La economía francesa del siglo XVIII se basaba en una agricultura poco productiva[4]. El régimen señorial permitía a la clase dominante —nobleza y clero— cobrar rentas del campesinado, tener jurisdicciones especiales y estar exenta del pago de impuestos. Los gremios de artesanos impedían el desarrollo de la industria, limitada a los mercados urbanos; las aduanas interiores, peajes y sistemas diversos de medidas y pesos no permitían la formación de un mercado nacional articulado.
En el ámbito rural  predominan mayoritariamente las pequeñas propiedades. A nivel técnico-productivo las innovaciones realizadas durante el siglo son impuestas desde arriba ocasionándose resistencias  por parte de los campesinos. Todo cambio impuesto desde el poder, con la intención de hacer avanzar las fuerzas productivas, para aumentar la productividad, cuando ellas no se encuentran preparadas, objetiva y subjetivamente, conduce a una resistencia tenaz, pasiva y/o activa, de los hombres que ven a sus relaciones sociales como útiles aún.
La resistencia no solo fue popular. La clase dominante, un sector importante de ella, mostró claramente sus intenciones de revertir el proceso por el cual la base de su poder era cuestionado.
La nobleza no era homogénea, por lo general ninguna clase social lo es pero siempre existe un sector dentro de ella que unifica, trasluce y conduce los ideales y acción de la totalidad de la clase en cuestión. Tengamos en cuenta que la circulación monetaria iba generando divisiones en el seno de la nobleza, porque para ser noble o mejor aun, para mantener esa posición se necesitaba dinero.
Ante esta situación la casi totalidad de los nobles, pobres en su mayoría, se oponían tenazmente a cualquier renovación que implicase una reducción de sus privilegios. El siglo XVIII no fue el único, en donde el exclusivismo noble se da, pero si se dio una tendencia a profundizarse al final del antiguo régimen (p.e. en el ejército con la ordenanza de 1781, en la iglesia en donde en 1789 todos los obispos son nobles o en la administración en donde se cierra la entrada a los plebeyos)
La reacción aristocrática, que tal actitud demuestra, no puede imponerse a la sociedad toda. Debido a que las clases dominantes del antiguo régimen se encuentran con la dificultad de que su sociedad civil  esta dispersa. Las corporaciones (religiosas, artesanas…) influyen en la vida de los hombres; este es un miembro del grupo antes que el de una unidad mayor (Estado, Nación…). En esta situación la acción que puede ejercer el poder central más allá del dominio coercitivo es restringido.
En tal sentido tomó importancia la elaboración de una ideología que rescataba al individuo como protagonista, al tiempo que redefine su relación con la sociedad, en especial con el Estado. Esta enunciación teórica de la Ilustración[5] cobrará cuerpo en la praxis revolucionaria.
El concepto de ciudadano es la síntesis. Su contenido especifico estará siempre definido por una correlación de fuerzas  determinada (p.e. mientras que en el 89 serán divididos censitariamente en el año II será un participante activo en la creación de la democracia). Aunque el resultado final será ser la base ideológico-material del futuro consenso del nuevo poder central y de la clase dominante: la burguesía.
La Revolución Francesa señala la llegada a la historia de Francia, de la sociedad burguesa y capitalista. Su característica esencial es la de haber logrado la unidad nacional del país mediante la destrucción del régimen señorial y de los órdenes feudales privilegiados.
Pero en este proceso de construcción/ destrucción, no toda la burguesía estuvo de acuerdo. Esta clase tampoco era homogénea, había sectores de ella que estaban ligados al antiguo régimen, a través de bienes inmuebles, prebendas e intereses. Tengamos en cuenta que  el capital comercial preponderaba sobre el capital industrial en un proceso de transición que no necesariamente involucraba la necesidad de romper con el modo de producción imperante[6]. Este sector de la burguesía comercial tendía siempre al compromiso con la nobleza (p.e. con los decretos del 4-11 de agosto).
La nobleza, sin embargo, se negó a esta alianza mientras que vio una oportunidad de recobrar sus privilegios y tuvo que sufrir  la presión popular, el terror, la dictadura napoleónica y las jornadas gloriosas para que recién en 1830 se comprometieran a un gobierno de unidad.
Sería la pequeña burguesía (sector  numeroso compuesto por tenderos y artesanos) la que a través de la movilización llevaría hasta las últimas consecuencias el programa burgués. No sin contradicciones de un sector que jamás pudo elaborar un programa propio, que se debatió en contra de la gran propiedad siendo ellos propietarios, pidiendo un máximo (fijación de precios) pero que al mismo tiempo no le afectara sus beneficios.
En el campo el odio hacia la aristocracia, al diezmero, unificaba una realidad no tan homogénea. Si bien la pequeña propiedad agrícola era preponderante se iban formando al interior del sector campesinos propietarios de grandes propiedades y campesinos en vías de proletarización. Los primeros buscaron el rompimiento de la comunidad rural que lo gravaba en obligaciones mientras que los segundos faltos de trabajos y cultivo defendían aquello que le permitía vivir.
Hay que comprender la participación y contradicciones de todos estos sectores para entender la progresión y profundización de la revolución de 1789-1793, porque fue la participación de estas capas medias y masas populares la que llevó el programa burgués.
La convención jacobina, no podrá resolver por su propio límite de clase, la contradicción entre centralismo y democracia popular. El movimiento de masas se resecará y la contrarrevolución expandirá el terror blanco. En el marco del reflujo revolucionario aparecerá la conjura de los iguales que vislumbra otra época que aún no estaba madura.
Analizar el proceso de cada revolución, la dinámica de las clases en pugna, conocer cual es la clase que lo hegemoniza, ver sus avances y retrocesos es fundamental para la formación de cualquier revolucionario.


[1] Sans-culottes: Incluía un grupo heterogéneo compuesto por trabajadores, artesanos y pequeños comerciantes.
[2]   “Las clases sociales son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción históricamente determinado. Por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción( relaciones que las leyes refrendan y formulan en su mayor parte), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo. Y, consiguiente, por el modo y la proporción en que perciben parte de la riqueza social de que disponen. Las clases sociales son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo de otros por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social” Lenin.,"Una gran iniciativa"(1919)
[3] Una posición contraria a esta opinión es la del historiador francés Francois Furet "Es indudable que el proceso revolucionario no puede reducirse por entero a un análisis de clases o de grupos sociales en sus determinaciones económicas y sociales globales"
[4] Así la describía un contemporáneo “La maravillosa locura es que en las nueve décimas partes de los campos cercados de Francia el sistema de administración es el mismo que en los openfields(…)Todavía se mantiene la rotación de barbecho (…) y todo esto en suelos como los de Bretaña, Sologne (…) infinitamente mejorables y preparados para el mejor sistema de rotación de Norfolk.(…) Estamos convencidos que una agricultura como la de este reino se encuentra en la misma situación que en el siglo X.”YOUNG, A., Viajes durante los años 1787, 1788 y 1789 por el reino de Francia, 1792-94.
[5] La Ilustración estableció los principios políticos y sociales de la nueva sociedad. Voltaire fue el defensor de la libertad de pensamiento y la tolerancia religiosa. Montesquieu estableció la separación de poderes. Rousseau puso las bases de la soberanía popular y la democracia parlamentaria. La Enciclopedia fue el vehículo principal de expansión de estas ideas frente a las que el Antiguo Régimen no podría resistir
[6] Así describía a la burguesía un contemporáneo “Las ciudades habían aumentado considerablemente; se habían fundado plazas comerciales tales como Lyon, Nantes, Burdeos, Marsella (…) París, que se habían acrecentado de manera asombrosa; en tanto que los nobles abandonaban sus tierras para venir a arruinarse aquí, los plebeyos obtenían de aquí tesoros con la ayuda de su industria. Todas las pequeñas ciudades de provincia habían llegado a ser más o menos comerciantes, casi todos tenían manufacturas o algún objeto particular de comercio. Todas estaban pobladas de pequeños burgueses más ricos y más industriosos que los nobles, y que habían encontrado el medio de enriquecerse [al servicio de los nobles], cuando no podían entregarse a las más altas especulaciones Habían recibido en general una educación que les era más necesaria que a los gentilhombres, de los que unos por nacimiento y por su riqueza, obtenían los primeros puestos del Estado sin mérito y sin talento, mientras que otros estaban destinados a languidecer en los empleos subalternos del ejército [...1Así, en París y en las grandes ciudades, la burguesía era superior en riquezas, en talento y en mérito personal. Tenía en las ciudades de provincia la misma superioridad sobre la nobleza rural, y sentía esta superioridad, aunque en todas partes era humillada."MARQUÉS DE BOUILLÉ, Memorias, t. II.

No hay comentarios:

Publicar un comentario