LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Líber Romero
Este
14 de julio se cumple un nuevo aniversario de la toma de la Bastilla. La
Revolución Francesa ha sido considerada, tradicionalmente, como la más
importante e incluso el modelo impulsor de las restantes revoluciones que
impusieron el régimen político liberal, rompiendo con las estructuras
económicas, sociales y políticas del Antiguo Régimen. No fue la primera
revolución de signo liberal, pero se produjo en una de las potencias europeas y
en el Estado más poblado (después de Rusia); fue la que dio un esquema más
radicalizado y la más amplia participación de masas y, finalmente, fue la que
tuvo mayores pretensiones de expansión.
La Revolución Francesa es en primera instancia una
revolución burguesa, en tanto que la burguesía es la clase de vanguardia de la
revolución. Los principios rectores de la misma que nacieron con la filosofía
de las luces nunca traspasaron, aún en los sectores más radicalizados (los
sans-culottes[1])
la base del nuevo sistema: la propiedad privada. Fue burguesa no sólo en el
consenso logrado ideológicamente sino también en los límites que impuso al
movimiento de masa (p.e. el 14 de junio de 1791 con la ley Le Chapelier contra
las asociaciones o en la actitud jacobina ante la democracia popular)
Negar esto es erróneo e implica una intención de
deformar la historia. De nada sirve a la comprensión histórica, el diluir el
sentido de clase de una revolución al plantear que los dirigentes de la misma
no eran burgueses en el sentido estricto de la palabra (es decir dueños de los
medios de producción) sino intelectuales (dato correcto desde el punto de vista
cuantitativo no cualitativo), porque esta postura olvida que cada clase social[2]
que busca el dominio de una sociedad tiene que generar a su interna (o ganar a
la externa ) los intelectuales necesarios para ganar el consenso social.
Hegemonizar al conjunto de la sociedad en tanto clase para sí.[3]
La historiografía de la Revolución Francesa refleja
la lucha de clases en el plano científico. Comprender la revolución es hacerlo
consciente o inconscientemente desde una postura de clase.
Francia durante el siglo XVIII era la primera
potencia. Al empezar el siglo tiene una población de 18.000.000 habitantes y un
ejército de 400.000 hombres. Domina cultural y diplomáticamente Europa. En el
ámbito interno, los derechos regionales y locales hacen imposible una
administración unificada.
A partir de 1713 se hace evidente la bancarrota de
sus finanzas. El sistema fiscal era incapaz de aprovechar la riqueza del país
para hacer viable la política militar de
Luis XIV sin resentir la economía (problema sin solución durante todo el
siglo).
La economía francesa del siglo
XVIII se basaba en una agricultura poco productiva[4].
El régimen señorial permitía a la clase dominante —nobleza y clero— cobrar
rentas del campesinado, tener jurisdicciones especiales y estar exenta del pago
de impuestos. Los gremios de artesanos impedían el desarrollo de la industria,
limitada a los mercados urbanos; las aduanas interiores, peajes y sistemas
diversos de medidas y pesos no permitían la formación de un mercado nacional
articulado.
En el ámbito rural
predominan mayoritariamente las pequeñas propiedades. A nivel
técnico-productivo las innovaciones realizadas durante el siglo son impuestas
desde arriba ocasionándose resistencias
por parte de los campesinos. Todo cambio impuesto desde el poder, con la
intención de hacer avanzar las fuerzas productivas, para aumentar la
productividad, cuando ellas no se encuentran preparadas, objetiva y
subjetivamente, conduce a una resistencia tenaz, pasiva y/o activa, de los
hombres que ven a sus relaciones sociales como útiles aún.
La resistencia no solo fue popular. La clase
dominante, un sector importante de ella, mostró claramente sus intenciones de
revertir el proceso por el cual la base de su poder era cuestionado.
La nobleza no era homogénea, por lo general ninguna
clase social lo es pero siempre existe un sector dentro de ella que unifica,
trasluce y conduce los ideales y acción de la totalidad de la clase en
cuestión. Tengamos en cuenta que la circulación monetaria iba generando
divisiones en el seno de la nobleza, porque para ser noble o mejor aun, para
mantener esa posición se necesitaba dinero.
Ante esta situación la casi totalidad de los
nobles, pobres en su mayoría, se oponían tenazmente a cualquier renovación que
implicase una reducción de sus privilegios. El siglo XVIII no fue el único, en
donde el exclusivismo noble se da, pero si se dio una tendencia a profundizarse
al final del antiguo régimen (p.e. en el ejército con la ordenanza de 1781, en
la iglesia en donde en 1789 todos los obispos son nobles o en la administración
en donde se cierra la entrada a los plebeyos)
La reacción aristocrática, que tal actitud
demuestra, no puede imponerse a la sociedad toda. Debido a que las clases
dominantes del antiguo régimen se encuentran con la dificultad de que su
sociedad civil esta dispersa. Las
corporaciones (religiosas, artesanas…) influyen en la vida de los hombres; este
es un miembro del grupo antes que el de una unidad mayor (Estado, Nación…). En
esta situación la acción que puede ejercer el poder central más allá del
dominio coercitivo es restringido.
En tal sentido tomó importancia la elaboración de
una ideología que rescataba al individuo como protagonista, al tiempo que
redefine su relación con la sociedad, en especial con el Estado. Esta
enunciación teórica de la Ilustración[5]
cobrará cuerpo en la praxis revolucionaria.
El concepto de ciudadano es la síntesis. Su
contenido especifico estará siempre definido por una correlación de
fuerzas determinada (p.e. mientras que
en el 89 serán divididos censitariamente en el año II será un participante
activo en la creación de la democracia). Aunque el resultado final será ser la
base ideológico-material del futuro consenso del nuevo poder central y de la
clase dominante: la burguesía.
La Revolución Francesa señala la llegada a la
historia de Francia, de la sociedad burguesa y capitalista. Su característica
esencial es la de haber logrado la unidad nacional del país mediante la
destrucción del régimen señorial y de los órdenes feudales privilegiados.
Pero en este proceso de construcción/ destrucción,
no toda la burguesía estuvo de acuerdo. Esta clase tampoco era homogénea, había
sectores de ella que estaban ligados al antiguo régimen, a través de bienes
inmuebles, prebendas e intereses. Tengamos en cuenta que el capital comercial preponderaba sobre el
capital industrial en un proceso de transición que no necesariamente
involucraba la necesidad de romper con el modo de producción imperante[6].
Este sector de la burguesía comercial tendía siempre al compromiso con la
nobleza (p.e. con los decretos del 4-11 de agosto).
La nobleza, sin embargo, se negó a esta alianza
mientras que vio una oportunidad de recobrar sus privilegios y tuvo que
sufrir la presión popular, el terror, la
dictadura napoleónica y las jornadas gloriosas para que recién en 1830 se
comprometieran a un gobierno de unidad.
Sería la pequeña burguesía (sector numeroso compuesto por tenderos y artesanos)
la que a través de la movilización llevaría hasta las últimas consecuencias el
programa burgués. No sin contradicciones de un sector que jamás pudo elaborar
un programa propio, que se debatió en contra de la gran propiedad siendo ellos
propietarios, pidiendo un máximo (fijación de precios) pero que al mismo tiempo
no le afectara sus beneficios.
En el campo el odio hacia la aristocracia, al
diezmero, unificaba una realidad no tan homogénea. Si bien la pequeña propiedad
agrícola era preponderante se iban formando al interior del sector campesinos
propietarios de grandes propiedades y campesinos en vías de proletarización.
Los primeros buscaron el rompimiento de la comunidad rural que lo gravaba en
obligaciones mientras que los segundos faltos de trabajos y cultivo defendían aquello
que le permitía vivir.
Hay que comprender la participación y
contradicciones de todos estos sectores para entender la progresión y
profundización de la revolución de 1789-1793, porque fue la participación de
estas capas medias y masas populares la que llevó el programa burgués.
La convención jacobina, no podrá resolver por su
propio límite de clase, la contradicción entre centralismo y democracia
popular. El movimiento de masas se resecará y la contrarrevolución expandirá el
terror blanco. En el marco del reflujo revolucionario aparecerá la conjura de
los iguales que vislumbra otra época que aún no estaba madura.
Analizar
el proceso de cada revolución, la dinámica de las clases en pugna, conocer cual
es la clase que lo hegemoniza, ver sus avances y retrocesos es fundamental para
la formación de cualquier revolucionario.
[1] Sans-culottes: Incluía un grupo heterogéneo compuesto por
trabajadores, artesanos y pequeños comerciantes.
[2] “Las clases sociales son grandes grupos de
hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de
producción históricamente determinado. Por las relaciones en que se encuentran
con respecto a los medios de producción( relaciones que las leyes refrendan y
formulan en su mayor parte), por el papel que desempeñan en la organización
social del trabajo. Y, consiguiente, por el modo y la proporción en que
perciben parte de la riqueza social de que disponen. Las clases sociales son
grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo de otros por ocupar
puestos diferentes en un régimen determinado de economía social”
Lenin.,"Una gran iniciativa"(1919)
[3] Una posición contraria a
esta opinión es la del historiador francés Francois Furet "Es indudable
que el proceso revolucionario no puede reducirse por entero a un análisis de
clases o de grupos sociales en sus determinaciones económicas y sociales
globales"
[4] Así la describía un
contemporáneo “La maravillosa locura es
que en las nueve décimas partes de los campos cercados de Francia el sistema de
administración es el mismo que en los openfields(…)Todavía se mantiene la
rotación de barbecho (…) y todo esto en suelos como los de Bretaña, Sologne (…)
infinitamente mejorables y preparados para el mejor sistema de rotación de
Norfolk.(…) Estamos convencidos que una agricultura como la de este reino se
encuentra en la misma situación que en el siglo X.”YOUNG, A., Viajes
durante los años 1787, 1788 y 1789 por el reino de Francia, 1792-94.
[5] La Ilustración estableció los principios políticos y
sociales de la nueva sociedad. Voltaire fue el defensor de la libertad de
pensamiento y la tolerancia religiosa. Montesquieu estableció la separación de
poderes. Rousseau puso las bases de la soberanía popular y la democracia
parlamentaria. La Enciclopedia fue el vehículo principal de expansión de estas
ideas frente a las que el Antiguo Régimen no podría resistir
[6]
Así describía a la
burguesía un contemporáneo “Las
ciudades habían aumentado considerablemente; se habían fundado plazas
comerciales tales como Lyon, Nantes, Burdeos, Marsella (…) París, que se habían acrecentado de manera asombrosa; en tanto que
los nobles abandonaban sus tierras para venir a arruinarse aquí, los plebeyos
obtenían de aquí tesoros con la ayuda de su industria. Todas las pequeñas
ciudades de provincia habían llegado a ser más o menos comerciantes, casi todos
tenían manufacturas o algún objeto particular de comercio. Todas estaban
pobladas de pequeños burgueses más ricos y más industriosos que los nobles, y
que habían encontrado el medio de enriquecerse [al servicio de los nobles],
cuando no podían entregarse a las más altas especulaciones Habían recibido en
general una educación que les era más necesaria que a los gentilhombres, de los
que unos por nacimiento y por su riqueza, obtenían los primeros puestos del
Estado sin mérito y sin talento, mientras que otros estaban destinados a
languidecer en los empleos subalternos del ejército [...1Así, en París y en las
grandes ciudades, la burguesía era superior en riquezas, en talento y en mérito
personal. Tenía en las ciudades de provincia la misma superioridad sobre la
nobleza rural, y sentía esta superioridad, aunque en todas partes era
humillada."MARQUÉS DE BOUILLÉ, Memorias, t. II.
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