EL MARXISMO VISTO DESDE AMÉRICA:
MARIATEGUI.
Líber
Romero
“En
conclusión, somos antiimperialistas porque somos marxistas, porque somos
revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema
antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos
extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas
revolucionarias de Europa.” José Carlos Mariategui (1929)
Se
cumple 70 años de una obra maestra del pensamiento marxista latinoamericano. En
1928 un joven peruano recopilaba un conjunto de sus artículos y publicaba “Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana”. Buscaba a través del mismo
fundamentar la lucha por el socialismo en su país. En una obra cargada de
sugerencias e indagaciones analizaba la relación entre la tradición cultural
peruana, su base indígena y las modernas luchas sociales.
Su
búsqueda de la raíz socialista lo llevará analizar las relaciones de producción
existentes en el imperio inca. Así las ve como parte de un comunismo primigenio
cuyas relaciones aún susciten entre los pueblos indígenas especialmente en la
apropiación colectiva de los pastos, la
tierra y del trabajo de los campesinos[1].
Mariategui
interroga a la realidad, aparece como un claro exponente del marxismo vivo, que
se anima a preguntar desde el método de análisis sin cerrar las respuestas a un modelo
previamente establecido. No se trata de encajar a la fuerza la realidad en el
marco teórico sino a partir de él comprenderla para transformarla.
El
mismo reafirmará este objetivo:
“El
socialismo no es, ciertamente, una doctrina indo-americana. Pero ninguna
doctrina, ningún sistema contemporáneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo,
aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es tampoco específico
ni particularmente europeo. Es un movimiento mundial, al cual no se sustrae
ninguno de los países que se mueven dentro de la órbita de la civilización
occidental.(…) Hace cien años, debimos nuestra independencia como naciones al
ritmo de la historia de Occidente, que desde la colonización nos impuso
ineluctablemente su compás. Libertad, Democracia, Parlamento, Soberanía del
Pueblo, todas las grandes palabras que pronunciaron nuestros hombres de entonces,
procedían del repertorio europeo. La historia, sin embargo, no mide la
grandeza de esos hombres por la originalidad de estas ideas, sino por la
eficacia y genio con que las sirvieron. Y los pueblos que más adelante marchan
en el continente son aquellos donde arraigaron mejor y más pronto. La
interdependencia, la solidaridad de los pueblos y de los continentes, eran sin
embargo, en aquel tiempo, mucho menores que en éste. El socialismo, en fin,
está en la tradición americana. La más avanzada organización comunista,
primitiva, que registra la historia, es la incaica.
No
queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser
creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en
nuestro propio, lenguaje, al socialismo indo-americano. He aquí una misión digna
de una generación nueva.”[2].
Su
apropiación de lo “indígena” como una realidad significativa de análisis no lo
lleva a considerarlo como un nuevo sujeto social sustitutivo de la clase obrera
sino que lo ubica como parte de las fuerzas motrices de la revolución. Campesino-indígena
que hay que ganar para el socialismo.
“La
propagación en el Perú de las ideas socialistas ha traído como consecuencia un
fuerte movimiento de reivindicación indígena. La nueva generación peruana
siente y sabe que el progreso del Perú será ficticio, o por lo menos no será
peruano, mientras no constituya la obra y no signifique el bienestar de la
masa peruana que en sus cuatro quintas partes es indígena y campesina.(…)
La
solución del problema del indio tiene que ser una solución social. Sus
realizadores deben ser los propios indios. (…)A los indios les falta
vinculación nacional. Sus protestas han sido siempre regionales. Esto ha
contribuido, en gran parte, a su abatimiento. Un pueblo de cuatro millones de
hombres, consciente de su número, no desespera nunca de su porvenir. Los mismos
cuatro millones de hombres, mientras no sean sino una masa inorgánica, una
muchedumbre dispersa, son incapaces de decidir su rumbo histórico.”[3]
Para
comprender los aportes y los errores a la compresión de la realidad americana
en la elaboración de Mariategui, es bueno recordar que varias de las obras clásicas de Marx- Engels no
habían sido publicadas y mucho menos traducidas al español. Existía,
además, un vacío en la elaboración
marxista de la época a la problemática que acuciaba al peruano. A este
conocimiento fragmentario hay que sumar su lectura compulsiva de autores de
diversas corrientes y que marcará su pensamiento y preocupación por lo
subjetivo.
“El
énfasis mariateguiano en la acción, en la subjetividad revolucionaria, contrasta
con el que pone el marxismo de la Segunda Internacional
en el carácter gradual, evolucionista y determinista del proceso histórico que
deja poco espacio a la acción de los sujetos revolucionarios en la
transformación de la realidad social. Y todo ello en nombre de la ciencia, la
racionalidad y el progreso del desarrollo histórico. Frente a esta concepción
positivista y fatalista que conduce, en la práctica, a la pasividad política,
Mariátegui exalta la voluntad, la fe en el ideal o mito de la revolución, lo
que le lleva a buscar fuera del marxismo dominante ese acento en la voluntad,
en la acción, que no encuentra en él. De ahí sus reiteradas referencias a
pensadores idealistas como Sorel, Bergson y Unamuno en los que descubre puntos
de apoyo para su lectura voluntarista del marxismo. “[4]
Breve esbozo biográfico
José
Carlos Mariategui nació en Moquegua el 14 de junio de 1894. Hijo de un empleado
público y de una indígena. Será su madre
la que se hará cargo de él, debido al temprano abandono de su padre. Tuvo
varios hermanos de los cuales sobrevivieron sólo dos: Guillermina y Julio
César.
En
1902 tiene un accidente en la escuela que
marcará el principio de su enfermedad en la pierna izquierda (la que
terminará siendo amputada en 1924). Apenas pudo cursar estudios primarios. A
los 14 años comenzó a trabajar como ayudante de linotipista en el diario “La Prensa”. Así comienza su
relación con la que será su profesión de toda la vida.: el periodismo. Su trabajo lo vincula con un movimiento obrero influenciado por el anarcosindicalismo.
Entre
1914 y 1919 se va produciendo una
evolución en su pensamiento. Del interés por las vanguardias peruanas pasará a
interesarse por el mundo social. Este cambio venia de la mano del propio
ejercicio de su profesión que lo llevará de hacer notas sobre literatura y turf
a cubrir el accionar parlamentario. Su
primer arresto muestra a joven que se revela frente a lo establecido[5].
En 1919 creó el diario “La Razón” desde donde apoyó la
reforma universitaria y las luchas obreras. Critica al presidente Leguia y se
vuelve la voz de los obreros al fundar la
Federación Obrera Regional Peruana. Es bueno apreciar
que Mariategui no es un desconocido en la escena de su país, ya en esta época
es el vicepresidente de la asociación de periodistas
Ese
mismo año el presidente peruano presiona para el cierre del diario “la Razón” y se le entrega a
Mariategui y a Falcon una beca para viajar por Europa (una forma encubierta de
deportación). Recorre Francia, Alemania,
Austria e Italia. En el viaje conocerá a su futura esposa: Anna Chiappe.
En
Europa se va ir produciendo la maduración política de Mariategui que comenzará
a tomar al marxismo como método de análisis. Analiza la agudización de la lucha
de clase que en ese momento se desarrolla en Europa[6], y ve
el ascenso del fascismo.
En
1923 regresa a Perú. Comienza a escribir
artículos acerca de la situación social en Europa y a estudiar la sociedad
peruana desde un enfoque marxista. En este año retoma el contacto con Haya de la Torre, que en octubre viaja
a México en calidad de exiliado, dejándole a Mariátegui la dirección de la
revista Claridad (cuyo quinto número fue dedicado a Lenin). Durante ese periodo
también se convirtió en profesor de la Universidad Popular
González Prada.
En
septiembre de 1926 funda la revista Amauta (que significa en quechua: sabio o
maestro). “En los cuatro años
siguientes, hasta 1930, aparecieron treinta y dos números de Amauta, en dos
períodos, uno de definición ideológica, hasta septiembre de 1928 y otro ya
marcadamente socialista, hasta su muerte. La importancia de esta revista y su
contenido hizo que fuera suspendida su publicación por el régimen leguiísta y
Mariátegui y sus colaboradores detenidos bajo la acusación de «complot comunista».
La presión nacional e internacional que permitió la liberación del Amauta.(…),
la revista crece en volumen y en difusión, y su ideario aparece cada vez más
lleno de significado político específicamente latinoamericano y
socialista.(…)La cantidad de colaboradores de Amauta, desde Unamuno a Cocteau,
Waldo Frank, Luís Alberto Sánchez, Huidobro, Borges, Vasconcelos, César
Vallejo, Valcárcel, Barbusse, José María Eguren, etc., da una idea de la
importancia de Amauta en el universo cultural e ideológico del Perú a fines de
los años veinte. Incluso Sandino le envía su adhesión.”[7]
En 1929
funda la Confederación
General de Trabajadores del Perú. Finalmente fallece el 16 de
abril de 1930, casi en vísperas de su esperado viaje para radicar en Buenos
Aires, debido a complicaciones ligadas a la amputación de su pierna.
Su enfrentamiento con Haya de la Torre
El
APRA fue fundado el 7 de mayo de 1924 por Haya de la Torre como una alianza
popular americana cuyo programa era: la acción contra el imperialismo yanqui,
la unidad política de América, la nacionalización progresiva de la tierra y la
industria, la internacionalización del
canal de Panamá y la solidaridad de todos los pueblos y clases oprimidos.
Se
trataba bajo estos postulados de nuclear a todos los que había luchado por la
reforma universitaria de 1918. Por eso en un principio fue concebido un frente
no como un partido que trataba de aglutinar a todas las fuerzas de la
"nueva generación". Entre 1924-1930 Haya de la Torre se dedica a la
difusión periodística de esta línea de pensamiento, de la que participan los
núcleos marxistas.
Mariategui asumirá que es necesario participar del APRA
para ganar para las concepciones marxistas a la clase obrera, favoreciendo a
una política de independencia clasista. Asume como necesaria la unidad, por
“que no es tiempo de divisiones”[8].
Sin
embargo, Haya de la Torre
ira pasando de un esquema frentista a uno partidario, manteniendo su contenido
policlasista. Su idea era un partido al estilo del Kuomitang. En esta concepción
de partido se reflejaba su pensamiento pequeño burgués, ya que serían las capas
medias las que conducirían el proceso. Según Haya de la Torre se tenía que pasar en América por previos
períodos de transformación económica y política, quizás una revolución social
no socialista. La emancipación nacional contra el imperialismo tendrá que
plantearse la unificación política y económica indoaméricana antes de trazarse
una revolución socialista.
Esta
definición de convertirse en un partido con estas características llevará al alejamiento
de Mariategui y a la fundación del Partido Socialista Peruano. Este partido se
consolidó en octubre de ese año y lo nombrará Secretario General (luego de su
muerte el partido cambiará de nombre y se llamará Partido Comunista del Perú).
Durante el mismo periodo, funda la revista proletaria Labor
La relación con la Tercera Internacional
en América
La
relación con el accionar de la III
internacional en América no será fácil. Su pensamiento lo llevará a enfrentarse
a la corriente predominante en la
III internacional. En particular en tres aspectos a) sobre el
imperialismo, la cuestión nacional y el papel de la pequeña burguesía b) sobre
el problema étnico y c) sobre la concepción del partido y el programa del
mismo.
En
la década del 30 el movimiento comunista intenta organizarse en América Latina. Alcanzaba presencia
significativa en el Brasil, Chile y Cuba y una reducida pero no despreciable en
Argentina, Uruguay, Colombia y Venezuela. Su avance según el historiador Halperin
Donghi no se debía a la agudización de los conflictos sociales ni los cambios
de equilibrio social suscitados por la crisis y las respuestas a ello sino
"(…) sobre todo [por] la inseguridad
sobre el rumbo que tomará un mundo económicamente en ruinas lo que crea
para las respuestas políticas del comunismo una audiencia que va
considerablemente más allá del séquito que es capaz de reclutar entre las
clases populares"[9]. Esta
afirmación desconoce el hecho del
trabajo de los pequeños pero esforzados partidos comunistas, que pese a sus
desviaciones izquierdistas intentaban insertarse en la masa, organizar
sindicatos y fortalecer su orgánica.
Los
comunistas criticaran correctamente la teoría en donde las capas medias asumen
un papel protagónico, pero al hacerlo se radicalizaran negándoles un papel en
el proceso revolucionario. Esto fue sacralizado en la reunión de los Partidos
comunistas de América en 1929 en donde se seguía la teoría del tercer período
elaborado por la internacional.
"(…) en las resoluciones del VI Congreso
de la
Internacional Comunista(1928) fue incluida la imprecisa
fórmula de que la creciente expansión económica y militar de los EEUU en los países de América
Latina convierten a este continente en uno de los focos más trascendentales de
las contradicciones de todo el sistema colonial imperialista ´(…)Era una típica
manifestación del llamado economismo imperialista, cuyos partidarios (Radek,
Piatakov, Humbert Droz, Pannekoek y otros) sostenían que bajo el imperialismo,
la autodeterminación es económicamente irrealizable. Identificaban toda forma
de dependencia con el colonialismo, y la lucha por la independencia,
desarrollada en unión con sectores no proletarios, la consideraban una ´
negación de los fundamentos primarios del socialismo ´"[10]
Posteriormente
este radicalismo de izquierda se iba a subsanar en la discusión del VII
congreso de la
Internacional en donde se planteará la formación de frentes
populares frente al fascismo.
[1] Que es lo que
veía Mariategui en las comunidades indígenas, la supervivencia del concepto de distribución y redistribución. La
tierra entre los incas era dividida en tres:
“los ayllu, comunidades rurales unidas
por vínculos de parentesco, que reciben una parte de los suelos; otra parte
está destinada a ser cultivada para el mantenimiento de los cultos religiosos;
una tercera parte, finalmente, es la que podemos llamar del Estado, para el
mantenimiento de la familia "imperial" y de la "corte";
pero también para el culto de las momias de los Incas, la guerra, la
administración del Estado y para las "obras sociales"
Una tripartición simple que, en su
simplicidad, determina y mantiene un sistema de conjunto bastante complejo.
Sin duda, el punto central de este sistema lo constituye la tenencia de la
tierra por parte de los ayllu. La repartición del bien inmueble colectivo a los
particulares se hacía cada año en forma bastante igualitaria. Cada individuo
recibía un tupu de tierra. Éste no era una medida de superficie en sentido
estricto, porque variaba según las posibilidades reales de producción
(determinadas por la naturaleza del suelo y por otros factores). La
reasignación de tierra que se hacía ritualmente —aunque a veces sólo
formalmente— cada año (…) implicaba sobre todo reajustes: aumentaba la
superficie en caso de matrimonio, de nacimiento de hijos (o disminuía en caso
de fallecimientos). Paralelamente a esta tripartición del suelo había las de
los rebaños y de las tierras de pastizaje; pero aquí prevalecía el
mantenimiento de ganado (y de pastizales) en forma colectiva por parte del
ayllu, con la limitación de sólo 10 animales en caso de concesiones a
individuos.
Obviamente, la tenencia de la tierra y
del ganado toman verdadero sentido sólo a través del trabajo, cuya organización
constituye uno de los rasgos más peculiares del sistema andino. El trabajo no
es concebido sólo en función del núcleo familiar, sino de toda la comunidad y
del Estado.
(…)El elemento de mayor
adhesión en la reciprocidad lo representa el hecho de que el
"tributo" al Estado se daba (salvo rarísimas excepciones), no en
bienes, sino en trabajo: la mita. Era ésta un sistema de "turnos"
(…)de trabajo en favor del Estado por parte de cada ayllu (…) Este sistema
implica, por tanto, una fuerte relación de reciprocidad en el interior del
ayllu, pero en la relación entre este último y el Estado interviene otro
elemento: la redistribución. En efecto, el Inca (y también las autoridades
étnicas locales, los curacas) redistribuye los bienes que llegan a él de los
diversos nichos. Esta estructura, en apariencia elemental, está destinada a
complicarse, pues obviamente plantea el problema de la integración entre ayllu
y Estado y, sobre todo, obliga a reflexionar de qué manera se establece la
articulación entre la reciprocidad —tan igualitaria y simétrica a primera
vista— y la redistribución, que, como lo indica justamente Nathan Wachtel,
"supone un doble movimiento, centrípeto y centrífugo".” Carmagnani,
M. et al “Para una historia de América”, México, FCE, 1999, T.1. p.166-167
[2] Mariategui, J.C “ Aniversario y balance”, en Obras
completas “Ideología y política”, Lima, Amauta, 1986, pp.248-249
[3] Mariategui, J.C “ Siete ensayos de interpretación de
la realidad peruana” en Obras completa, Lima, Amauta, 1986, pp.486-87
[4] Sánchez Vázquez, A “Mariategui; grandeza y originalidad
de un marxista latinoamericano”, en
“Utopías. Nuestra bandera”, Madrid, PCE, 1995, Nº 163
[5] Mariategui
“fue detenido en unión de Abraham Valdelomar por organizar una sesión de danza
clásica en un cementerio a cargo de la bailarina suiza Norka Rouskaya, de la
escuela de Isadora Duncan, envuelta en velos sutiles y «bajo la embrujada
claridad lunar». La Lima
pacata y tradicional no pudo menos que escandalizarse, pero vemos ya a
Mariátegui en una postura claramente antiacademicista y de rebelión frente a
los cánones artísticos y sociales convencionales, debido más que probablemente
al influjo poderoso del modernismo radical de Valdelomar. Lo espectacular debía
ser una de las claves que abriera las puertas a los nuevos tiempos. Ante tanta
incomprensión por parte de los órganos tradicionales de transmisión de la
cultura, había que encontrar un cauce adecuado a sus formas de expresión:
fundan una revista, Nuestra Época” Marchena, J. “ Introducción” en José Carlos
Maritegui”, Madrid, Cultura hispánica,
1988
[6] No es ajeno a
la discusión que provoca las 21 condiciones. Asiste como corresponsal al
Congreso de Livorno que dará surgimiento al Partido Comunista Italiano.
[7] Marchena, J. “ Introducción” en José Carlos
Maritegui”, Madrid, Cultura hispánica, 1988
[8] La influencia del APRA hay que buscarla también en
otros partidos contemporáneos: la
Acción democrática de Venezuela, el partido Febrerista de
Paraguay, el Partido Autentico en -Cuba, el Partido Acción Revolucionaria en
Guatemala, el Partido Liberación Nacional en Costa Rica, El MNR
[10] KOVAL, B.,
"Movimiento obrero en América
Latina 1917-1959", Moscú, Progreso,
1985, pp. 29-30.
No hay comentarios:
Publicar un comentario