domingo, 14 de abril de 2013

EL MARXISMO VISTO DESDE AMÉRICA: MARIATEGUI.

EL MARXISMO VISTO DESDE AMÉRICA: MARIATEGUI.

Líber Romero
“En conclusión, somos antiimperialistas por­que somos marxistas, porque somos revolucio­narios, porque oponemos al capitalismo el so­cialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperia­lismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa.” José Carlos Mariategui (1929)

Se cumple 70 años de una obra maestra del pensamiento marxista latinoamericano. En 1928 un joven peruano recopilaba un conjunto de sus artículos y publicaba “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”. Buscaba a través del mismo fundamentar la lucha por el socialismo en su país. En una obra cargada de sugerencias e indagaciones analizaba la relación entre la tradición cultural peruana, su base indígena y las modernas luchas sociales.  
Su búsqueda de la raíz socialista lo llevará analizar las relaciones de producción existentes en el imperio inca. Así las ve como parte de un comunismo primigenio cuyas relaciones aún susciten entre los pueblos indígenas especialmente en la apropiación colectiva  de los pastos, la tierra y del trabajo de los campesinos[1].
Mariategui interroga a la realidad, aparece como un claro exponente del marxismo vivo, que se anima a preguntar desde el método de análisis  sin cerrar las respuestas a un modelo previamente establecido. No se trata de encajar a la fuerza la realidad en el marco teórico sino a partir de él comprenderla para transformarla.
El mismo reafirmará este objetivo:
“El socialismo no es, ciertamente, una doctri­na indo-americana. Pero ninguna doctrina, nin­gún sistema contemporáneo lo es ni puede ser­lo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Euro­pa, como el capitalismo, no es tampoco específi­co ni particularmente europeo. Es un movimien­to mundial, al cual no se sustrae ninguno de los países que se mueven dentro de la órbita de la civilización occidental.(…) Hace cien años, debimos nuestra independencia como naciones al ritmo de la historia de Occidente, que desde la colonización nos impuso ineluctablemente su compás. Libertad, Democracia, Parlamento, So­beranía del Pueblo, todas las grandes palabras que pronunciaron nuestros hombres de enton­ces, procedían del repertorio europeo. La histo­ria, sin embargo, no mide la grandeza de esos hombres por la originalidad de estas ideas, sino por la eficacia y genio con que las sirvieron. Y los pueblos que más adelante marchan en el con­tinente son aquellos donde arraigaron mejor y más pronto. La interdependencia, la solidaridad de los pueblos y de los continentes, eran sin em­bargo, en aquel tiempo, mucho menores que en éste. El socialismo, en fin, está en la tradición americana. La más avanzada organización co­munista, primitiva, que registra la historia, es la incaica.
No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra pro­pia realidad, en nuestro propio, lenguaje, al so­cialismo indo-americano. He aquí una misión dig­na de una generación nueva.”[2].
Su apropiación de lo “indígena” como una realidad significativa de análisis no lo lleva a considerarlo como un nuevo sujeto social sustitutivo de la clase obrera sino que lo ubica como parte de las fuerzas motrices de la revolución. Campesino-indígena que hay que ganar para el socialismo.
“La propagación en el Perú de las ideas socialistas ha traído como consecuencia un fuerte movi­miento de reivindicación indígena. La nueva generación peruana siente y sabe que el progreso del Perú será ficticio, o por lo menos no será peruano, mientras no constituya la obra y no signifi­que el bienestar de la masa peruana que en sus cuatro quintas partes es indígena y campesina.(…)
La solución del problema del indio tiene que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios. (…)A los indios les falta vinculación nacional. Sus pro­testas han sido siempre regionales. Esto ha contribuido, en gran parte, a su abatimiento. Un pue­blo de cuatro millones de hombres, consciente de su número, no desespera nunca de su porvenir. Los mismos cuatro millones de hombres, mientras no sean sino una masa inorgánica, una muche­dumbre dispersa, son incapaces de decidir su rumbo histórico.”[3]
Para comprender los aportes y los errores a la compresión de la realidad americana en la elaboración de Mariategui, es bueno recordar que varias  de las obras clásicas de Marx- Engels no habían sido publicadas y mucho menos traducidas al español. Existía, además,  un vacío en la elaboración marxista de la época a la problemática que acuciaba al peruano. A este conocimiento fragmentario hay que sumar su lectura compulsiva de autores de diversas corrientes y que marcará su pensamiento y preocupación por lo subjetivo.
“El énfasis mariateguiano en la acción, en la subjetividad revolucionaria, con­trasta con el que pone el marxismo de la Segunda Internacional en el carácter gradual, evolucionista y determinista del proceso histórico que deja poco espa­cio a la acción de los sujetos revolucionarios en la transformación de la realidad social. Y todo ello en nombre de la ciencia, la racionalidad y el progreso del de­sarrollo histórico. Frente a esta concepción positivista y fatalista que conduce, en la práctica, a la pasividad política, Mariátegui exalta la voluntad, la fe en el ideal o mito de la revolución, lo que le lleva a buscar fuera del marxismo domi­nante ese acento en la voluntad, en la acción, que no encuentra en él. De ahí sus reiteradas referencias a pensadores idealistas como Sorel, Bergson y Unamuno en los que descubre puntos de apoyo para su lectura voluntarista del marxismo. “[4]

Breve esbozo biográfico

José Carlos Mariategui nació en Moquegua el 14 de junio de 1894. Hijo de un empleado público y de una indígena. Será  su madre la que se hará cargo de él, debido al temprano abandono de su padre. Tuvo varios hermanos de los cuales sobrevivieron sólo dos: Guillermina y Julio César.
En 1902 tiene un accidente en la escuela que  marcará el principio de su enfermedad en la pierna izquierda (la que terminará siendo amputada en 1924). Apenas pudo cursar estudios primarios. A los 14 años comenzó a trabajar como ayudante de linotipista en el diario “La Prensa”. Así comienza su relación con la que será su profesión de toda la vida.: el periodismo.  Su trabajo lo vincula con un  movimiento obrero  influenciado por el anarcosindicalismo.
Entre 1914 y 1919 se  va produciendo una evolución en su pensamiento. Del interés por las vanguardias peruanas pasará a interesarse por el mundo social. Este cambio venia de la mano del propio ejercicio de su profesión que lo llevará de hacer notas sobre literatura y turf  a cubrir el accionar parlamentario. Su primer arresto muestra a joven que se revela frente a lo establecido[5].
En  1919 creó el diario “La Razón” desde donde apoyó la reforma universitaria y las luchas obreras. Critica al presidente Leguia y se vuelve la voz de los obreros al fundar la  Federación Obrera Regional Peruana. Es bueno apreciar que Mariategui no es un desconocido en la escena de su país, ya en esta época es el vicepresidente de la asociación de periodistas
Ese mismo año el presidente peruano presiona para el cierre del diario “la Razón” y se le entrega a Mariategui y a Falcon una beca para viajar por Europa (una forma encubierta de deportación). Recorre  Francia, Alemania, Austria e Italia. En el viaje conocerá a su futura esposa: Anna Chiappe.
En Europa se va ir produciendo la maduración política de Mariategui que comenzará a tomar al marxismo como método de análisis. Analiza la agudización de la lucha de clase que en ese momento se desarrolla en Europa[6], y ve el ascenso del fascismo.
En 1923  regresa a Perú. Comienza a escribir artículos acerca de la situación social en Europa y a estudiar la sociedad peruana desde un enfoque marxista. En este año retoma el contacto con Haya de la Torre, que en octubre viaja a México en calidad de exiliado, dejándole a Mariátegui la dirección de la revista Claridad (cuyo quinto número fue dedicado a Lenin). Durante ese periodo también se convirtió en profesor de la Universidad Popular González Prada.
En septiembre de 1926 funda la revista Amauta (que significa en quechua: sabio o maestro).  “En los cuatro años siguientes, hasta 1930, aparecieron treinta y dos números de Amau­ta, en dos períodos, uno de definición ideológica, hasta septiembre de 1928 y otro ya marcada­mente socialista, hasta su muerte. La importancia de esta revista y su contenido hizo que fuera suspendida su publicación por el régimen leguiísta y Mariátegui y sus colaboradores detenidos bajo la acusación de «complot comunista». La presión nacional e internacional que permitió la libera­ción del Amauta.(…), la revista crece en volumen y en difusión, y su ideario aparece cada vez más lleno de significado político específicamente latinoamericano y socialista.(…)La cantidad de colaboradores de Amauta, desde Unamuno a Cocteau, Waldo Frank, Luís Alberto Sánchez, Huidobro, Borges, Vasconcelos, Cé­sar Vallejo, Valcárcel, Barbusse, José María Eguren, etc., da una idea de la importancia de Amauta en el universo cultural e ideológico del Perú a fines de los años veinte. Incluso Sandino le envía su adhesión.”[7]
En 1929 funda la Confederación General de Trabajadores del Perú. Finalmente fallece el 16 de abril de 1930, casi en vísperas de su esperado viaje para radicar en Buenos Aires, debido a complicaciones ligadas a la amputación de su pierna.

Su enfrentamiento con Haya de la Torre

El APRA fue fundado el 7 de mayo de 1924 por Haya de la Torre como una alianza popular americana cuyo programa era: la acción contra el imperialismo yanqui, la unidad política de América, la nacionalización progresiva de la tierra y la industria,  la internacionalización del canal de Panamá y la solidaridad de todos los pueblos y clases oprimidos.
Se trataba bajo estos postulados de nuclear a todos los que había luchado por la reforma universitaria de 1918. Por eso en un principio fue concebido un frente no como un partido que trataba de aglutinar a todas las fuerzas de la "nueva generación". Entre 1924-1930 Haya de la Torre se dedica a la difusión periodística de esta línea de pensamiento, de la que participan los núcleos marxistas.
Mariategui  asumirá que es necesario participar del APRA para ganar para las concepciones marxistas a la clase obrera, favoreciendo a una política de independencia clasista. Asume como necesaria la unidad, por “que no es tiempo de divisiones”[8]. 
Sin embargo, Haya de la Torre ira pasando de un esquema frentista a uno partidario, manteniendo su contenido policlasista. Su idea era un partido al estilo del Kuomitang. En esta concepción de partido se reflejaba su pensamiento pequeño burgués, ya que serían las capas medias las que conducirían el proceso. Según Haya de la Torre  se tenía que pasar en América por previos períodos de transformación económica y política, quizás una revolución social no socialista. La emancipación nacional contra el imperialismo tendrá que plantearse la unificación política y económica indoaméricana antes de trazarse una revolución socialista.
Esta definición de convertirse en un partido con estas características llevará al alejamiento de Mariategui y a la fundación del Partido Socialista Peruano. Este partido se consolidó en octubre de ese año y lo nombrará Secretario General (luego de su muerte el partido cambiará de nombre y se llamará Partido Comunista del Perú). Durante el mismo periodo, funda la revista proletaria Labor

La relación con la Tercera Internacional en América

La relación con el accionar de la III internacional en América no será fácil. Su pensamiento lo llevará a enfrentarse a la corriente predominante en la III internacional. En particular en tres aspectos a) sobre el imperialismo, la cuestión nacional y el papel de la pequeña burguesía b) sobre el problema étnico y c) sobre la concepción del partido y el programa del mismo.
En la década del 30 el movimiento comunista intenta organizarse en  América Latina. Alcanzaba presencia significativa en el Brasil, Chile y Cuba y una reducida pero no despreciable en Argentina, Uruguay, Colombia y Venezuela. Su avance según el historiador Halperin Donghi no se debía a la agudización de los conflictos sociales ni los cambios de equilibrio social suscitados por la crisis y las respuestas a ello sino "(…) sobre todo [por] la inseguridad  sobre el rumbo que tomará un mundo económicamente en ruinas lo que crea para las respuestas políticas del comunismo una audiencia que va considerablemente más allá del séquito que es capaz de reclutar entre las clases populares"[9]. Esta afirmación desconoce el hecho  del trabajo de los pequeños pero esforzados partidos comunistas, que pese a sus desviaciones izquierdistas intentaban insertarse en la masa, organizar sindicatos y fortalecer su orgánica.
Los comunistas criticaran correctamente la teoría en donde las capas medias asumen un papel protagónico, pero al hacerlo se radicalizaran negándoles un papel en el proceso revolucionario. Esto fue sacralizado en la reunión de los Partidos comunistas de América en 1929 en donde se seguía la teoría del tercer período elaborado por la internacional.
 "(…) en las resoluciones del VI Congreso de la Internacional Comunista(1928) fue incluida la imprecisa fórmula de que la creciente expansión económica y  militar de los EEUU en los países de América Latina convierten a este continente en uno de los focos más trascendentales de las contradicciones de todo el sistema colonial imperialista ´(…)Era una típica manifestación del llamado economismo imperialista, cuyos partidarios (Radek, Piatakov, Humbert Droz, Pannekoek y otros) sostenían que bajo el imperialismo, la autodeterminación es económicamente irrealizable. Identificaban toda forma de dependencia con el colonialismo, y la lucha por la independencia, desarrollada en unión con sectores no proletarios, la consideraban una ´ negación de los fundamentos primarios del socialismo ´"[10]
Posteriormente este radicalismo de izquierda se iba a subsanar en la discusión del VII congreso de la Internacional en donde se planteará la formación de frentes populares frente al fascismo.



[1] Que es lo que veía Mariategui en las comunidades indígenas, la supervivencia del  concepto de distribución y redistribución. La tierra entre los incas era dividida en tres:
“los ayllu, comunidades rurales unidas por vínculos de paren­tesco, que reciben una parte de los suelos; otra parte está destinada a ser cultivada para el mantenimiento de los cultos religiosos; una tercera parte, finalmente, es la que podemos llamar del Estado, para el mantenimiento de la familia "imperial" y de la "corte"; pero también para el culto de las momias de los Incas, la guerra, la administración del Estado y para las "obras so­ciales"
Una tripartición simple que, en su simplicidad, determina y man­tiene un sistema de conjunto bastante complejo. Sin duda, el punto central de este sistema lo constituye la tenencia de la tierra por parte de los ayllu. La repartición del bien inmueble colectivo a los particu­lares se hacía cada año en forma bastante igualitaria. Cada individuo recibía un tupu de tierra. Éste no era una medida de superficie en sentido estricto, porque variaba según las posibilidades reales de pro­ducción (determinadas por la naturaleza del suelo y por otros fac­tores). La reasignación de tierra que se hacía ritualmente —aunque a veces sólo formalmente— cada año (…) implicaba sobre todo reajustes: aumentaba la superficie en caso de matrimonio, de nacimiento de hijos (o disminuía en caso de fallecimientos). Paralelamente a esta tripartición del suelo había las de los rebaños y de las tierras de pastizaje; pero aquí prevalecía el mantenimiento de ganado (y de pastizales) en forma co­lectiva por parte del ayllu, con la limitación de sólo 10 animales en caso de concesiones a individuos.
Obviamente, la tenencia de la tierra y del ganado toman verdadero sentido sólo a través del trabajo, cuya organización constituye uno de los rasgos más peculiares del sistema andino. El trabajo no es conce­bido sólo en función del núcleo familiar, sino de toda la comunidad y del Estado.
(…)El elemento de mayor adhesión en la reciprocidad lo representa el hecho de que el "tributo" al Estado se daba (salvo rarísimas excepciones), no en bienes, sino en trabajo: la mita. Era ésta un sistema de "turnos" (…)de trabajo en favor del Estado por parte de cada ayllu (…) Este sistema implica, por tanto, una fuerte relación de reciprocidad en el interior del ayllu, pero en la relación entre este último y el Estado interviene otro elemento: la redistribución. En efecto, el Inca (y también las autoridades étnicas locales, los curacas) redistribuye los bienes que llegan a él de los diversos nichos. Esta estructura, en apariencia elemental, está destinada a compli­carse, pues obviamente plantea el problema de la integración entre ayllu y Estado y, sobre todo, obliga a reflexionar de qué manera se establece la articulación entre la reciprocidad —tan igualitaria y simé­trica a primera vista— y la redistribución, que, como lo indica justa­mente Nathan Wachtel, "supone un doble movimiento, centrípeto y centrífugo".” Carmagnani, M. et al “Para una historia de América”, México, FCE, 1999, T.1. p.166-167
[2] Mariategui, J.C “ Aniversario y balance”, en Obras completas “Ideología y política”, Lima, Amauta, 1986, pp.248-249
[3] Mariategui, J.C “ Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” en Obras completa, Lima, Amauta, 1986, pp.486-87
[4] Sánchez Vázquez, A “Mariategui; grandeza y originalidad de un marxista latinoamericano”, en  “Utopías. Nuestra bandera”, Madrid, PCE, 1995, Nº 163
[5] Mariategui “fue dete­nido en unión de Abraham Valdelomar por organizar una sesión de danza clásica en un cemente­rio a cargo de la bailarina suiza Norka Rouskaya, de la escuela de Isadora Duncan, envuelta en velos sutiles y «bajo la embrujada claridad lunar». La Lima pacata y tradicional no pudo menos que escandalizarse, pero vemos ya a Mariátegui en una postura claramente antiacademicista y de rebelión frente a los cánones artísticos y sociales convencionales, debido más que probable­mente al influjo poderoso del modernismo radical de Valdelomar. Lo espectacular debía ser una de las claves que abriera las puertas a los nuevos tiempos. Ante tanta incomprensión por parte de los órganos tradicionales de transmisión de la cultura, había que encontrar un cauce adecuado a sus formas de expresión: fundan una revista, Nuestra Época”  Marchena, J. “ Introducción” en José Carlos Maritegui”, Madrid,  Cultura hispánica, 1988
[6] No es ajeno a la discusión que provoca las 21 condiciones. Asiste como corresponsal al Congreso de Livorno que dará surgimiento al Partido Comunista Italiano.
[7] Marchena, J. “ Introducción” en José Carlos Maritegui”, Madrid,  Cultura hispánica, 1988
[8] La influencia del APRA hay que buscarla también en otros partidos contemporáneos: la Acción democrática de Venezuela, el partido Febrerista de Paraguay, el Partido Autentico en -Cuba, el Partido Acción Revolucionaria en Guatemala, el Partido Liberación Nacional en Costa Rica, El MNR
[9] HALPERIN DONGHI, T.;”Historia contemporánea de América Latina”, Madrid, Alianza, 1993, p. 394.
[10] KOVAL, B., "Movimiento obrero en  América Latina 1917-1959", Moscú,  Progreso, 1985, pp. 29-30.

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