viernes, 6 de diciembre de 2013

Hegel y la autoconciencia del espíritu



Hegel y la autoconciencia del espíritu
Prof. Líber Romero*
El idealismo Alemán alcanza su cumbre con el desarrollo filosófico de Hegel. A diferencia de sus antecesores  (Herder y Kant) la historia es un eje central de su sistema filosófico. Abordar la reflexión sobre el tema implicaría tratar el conjunto de su obra algo que es imposible en el breve espacio de un artículo de divulgación; haremos si referencia fragmentaria a sus tesis.

La historia como realización del espíritu

En la base de la  filosofía de la historia  de Hegel “(…) se halla la identificación de las categorías del ser y el pensar, esto es, de la ontología y la lógica, así como la manifestación dialéctica de ambos. Ni la historia del pensamiento, ni la reflexión sobre la historia pueden ser algo meramente externo, porque la historia del mundo no es algo dife­rente de la construcción dialéctica del Espíritu. Mientras que la filoso­fía de la naturaleza considera la Idea fuera de sí, exteriorizada, la filo­sofía de la historia —como filosofía del espíritu— considera la Idea en sí y para sí, constituyendo la coronación del sistema.” (ROLDAN, p.86)
El idealismo hegeliano busca explicar el desarrollo del Espíritu (la Razón que trasciende a los individuos) que incompleto  en un principio (en tanto que lo absoluto no se da en forma inmediata) logra su complitud en la historia. El espíritu  se contrapone con la naturaleza  y al negarla se reconoce, toma autoconciencia, se amplia, se desarrolla hasta ser el espíritu Absoluto que es la finalidad del proceso histórico.
El devenir histórico es una génesis de formas cognitivas, las formas en como el hombre entiende al mundo y a su destino en él. El espíritu busca ser libre, completo y absoluto por lo que se despliega generando la historia; lo universal se realiza en lo histórico concreto. En este proceso, que es producto de una racionalidad, no existen accidentes sino que todo es necesario. Existe un trasfondo lógico-dialectico: la conexión universal entre objetos y fenómenos, y que el movimiento es permanente y contradictorio.
El  plan de la Razón es inteligible por lo que  Hegel diferencia a  los historiadores comunes (que se queda con los datos concretos) de los historiadores filosóficos que buscan elevar los datos aparentemente inconexos a verdades necesarias. “Los acontecimientos de la historia no son sino momentos del despliegue del Absoluto (que se objetiva en las diferen­tes etapas de su desarrollo en los fenómenos del arte, del derecho, de la filosofía o de la religión), pero autodeterminándose y reconociéndo­se a través de esos acontecimientos hasta conseguir la autocomprensión total de sí mismo. “(ídem)
El proceso histórico aparentemente se repite pero siempre en forma acumulativa (progreso) del espíritu por lo que este desarrollo es complejo, contradictorio y tiene un sentido en espiral. Hegel en el pasado  cuatro etapas: 1- El mundo oriental (China, Persia, India, África), que tiene como característica el despotismo, la teocracia y el patriarcalismo pero ha cumplido la función despertar al hombre y comenzar su separación de la naturaleza, 2) el mundo griego en donde existe armonía entre el individuo y comunidad lo que posibilita  la democracia(algo que no se volverá a repetir), 3) El mundo romano  en donde se nota como el individualismo se apodera del República romana y que terminará en la sujeción de todos a uno solo. Sin embargo el derecho romano será una conquista de este periodo. 4) El mundo germánico en donde se adopta el principio cristiano del valor infinito de los individuos y se adopta el principio de la libertad que se manifiesta en sus instituciones.
Merece mencionarse, en tanto influyente en el futuro, su visión sobre una América en donde  “(…)establece taxativamente la «debilidad» e «inferioridad» tanto de la naturaleza animal como humana de América. Es cierto que Hegel repite con ello un lugar común de la época basado en pésima infor­mación y prejuicios —una imagen similar se encuentra también en Kant (…) En la versión de Hegel, América es un mundo surgido tardíamente al igual que Oceanía, sus habitantes no llegaron a desarrollar culturas significativas y se mostraron fácil presa de los conquistadores. Su endeblez llega hasta el extremo de que en ciertas regiones los jesuitas deban recordarles a los indicios, mediante el tañer de una campana a medianoche, el cumplimiento de sus deberes maritales. La debi­lidad congénita y la indolencia de los precolombinos ha hecho necesaria la importación de «negros», más aptos para el trabajo y más receptivos para la cultura. El americano no conoció ni el caballo ni el hierro, ins­trumentos «absolutos» para fundar un «poder» (no se menciona en cam­bio la ausencia de la rueda, que hace más admirables aún sus construc­ciones). La historia americana es sólo un anexo de la europea, ni el Descubrimiento ni la población indígena parecen tener cabida en la «his­toria mundial». Lo que falta en el indio es el sentido de «dignidad» y «orgullo» que caracteriza al europeo y sus habilidades”(MATE,pp.112-113)

Las contradicciones

La idea de la existencia de un trasfondo inteligible, de leyes históricas, es sin duda un aporte de Hegel  a la historiografía,  no obstante es aquí donde se produce la contradicción  entre el filósofo del cambio permanente y el hombre político defensor del status quo.  El filósofo argumentará que no existen instituciones permanentes ya que las mismas constituyen un momento fugaz en el proceso histórico; en tanto que el ser político, que tenía como ideal una monarquía constitucional que sirviera de garante a la libertad individual, la libertad de expresión y a la propiedad privada, buscará fundamentar al Estado prusiano.
La contradicción se soluciona fosilizando al presente. Si todo marcha en función de un desarrollo racional, todo lo existente es racional al decir de Hegel “ lo racional es real y lo real es racional”, esto implica que cada fase del desarrollo histórico cumple con un objetivo seamos conscientes del mismo o no.  Así la crítica y la trasformación de  lo existente queda marginada al propio desarrollo objetivo del espíritu.
El Estado se convierte en el garante de las libertades individuales pero al mismo tiempo se encuentra por encima de los hombres; Este en tanto construcción racional será la síntesis contemporánea de la Razón.

Los grandes hombres

Hegel ve que cada nación tiene un espíritu del pueblo característico que se ve reflejado en los fenómenos que asociamos a ella (religión, instituciones políticas, código moral, sistema jurídico, costumbres, la ciencia y la técnica). En el proceso histórico cada nación realiza un aporte peculiar a la historia del mundo, por lo que en algún período puede encarnar la vanguardia del proceso y en ese momento las demás naciones deben dejarle paso.
 Lo universal, particular y lo único coexisten en la historia y a veces surgen hombres extraordinarios capaces de llevar adelante lo más avanzado de la organización de la vida. Estos grandes hombres  sin quererlo, en tanto buscan su interés personal, realizan un propósito mayor. Los mismos son indispensables en tanto que las ideas son impotentes sin el respaldo de la fuerza de la voluntad.
Estos grandes hombres no puede ser juzgados con las  normas morales ordinarias "Tales hombres pueden tratar inconsideradamente otros grandes, o hasta sagrados, intereses; conducta que en realidad está expuesta a la represión moral. Pero tan poderosa forma tiene que pisotear muchas flores ino­centes, hacer pedazos muchos objetos a su paso"(HEGEL). La justificación de un gran timonel sin amarras morales está planteada.
Marx pondrá de cabezas al pensamiento hegeliano, haciendo hincapié en el cambio “todo lo real se desvanece en el aire”, sin embargo  algunas rémoras conservadoras del pensamiento hegeliano se verán en el marxismo del siglo XX.
*Profesor en historiología en formación docente

Bibliografía citada

MATE, Reyes(ed)(2005) Filosofía de la historia, Madrid, Trota
ROLDAN, Concha,(1997) Entre Casandra y Clío. Una historia de la Filosofía de la historia, Madrid, Akal,
Publicado en El Popular. Semanario, Uruguay, 29 de noviembre de 2013, N 252, 3ra época

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