viernes, 15 de noviembre de 2013

LA ILUSTRACIÓN. Parte 1



LA ILUSTRACIÓN. Parte 1
Prof. Líber Romero*

Durante el siglo XVIII se desarrolla el pensamiento de la ilustración, a partir del cual se va a ir forjando el instrumental conceptual de la sociedad burguesa.  No todos los autores  expresaban directamente los intereses de la clase en ascenso, pero los revolucionarios burgueses (y no solo ellos) resignificaron los términos. Al decir de Gramsci una clase que busque el dominio deberá forjar sus propios intelectuales orgánicos o ganárselos a la clase dominante.

Características de la ilustración

La ilustración no genera un sistema- en forma expresa buscan ser eclécticos- ni una metafísica, pero tendrá un conjunto de elementos característicos. Los “filósofos”, como se autoreconocen tienen confianza en la razón (en la observación y la experiencia) y la ciencia ocupará un lugar privilegiado. Se manifiestan en contra de las religiones constituidas pero no de dios; son deístas en su mayoría (salvo Holbach y Helvetius claramente ateos y materialistas). Su idea es que la felicidad es posible y deseable en la tierra, y esto va unido a la idea de que la historia está en continuo proceso de mejora (progreso).
Siguiendo a Soboul podemos dividir en cuatro etapas el desarrollo del pensamiento  de la ilustración La primera (1680-1720) está caracterizada por un período bisagra en donde el pensamiento de Newton (1642-1727) y Locke (1632-1704) van a influir sobre el pensamiento francés, generando el nexo con la experiencia inglesa. En el siguiente período (1720-1748) se da  el proceso de perfeccionamiento  en donde el campo de batalla es por la tolerancia religiosa y en contra de las religiones reveladas. En este momento sus ideas van a  ser utilizadas por la aristocracia en su lucha contra la monarquía. La tercera etapa (1748-1770) estuvo marcada  “(…) por la aparición ininterrumpida de las obras más importantes. En 1748. El Espíritu de las Leyes, de Montesquieu: en 1749. la Carta sobre los ciegos para uso de los que ven, de Diderot, y el primer volumen de la Historia Natural de Buffon; en 1750, el Prospectus de la Enciclopedia, redactado por Di­derot, y el Discurso de Rousseau presentado a la Academia de Dijon, sobre Si el restablecimiento de las ciencias y de las artes ha contribuido a la depuración de las costumbres; en 1751, el primer volumen de la Enci­clopedia o Diccionario razonado de las ciencias, artes y oficios, con el Dis­curso Preliminar de D'Alembert, y, ese mismo año, El siglo de Luis XIV, de Voltaire.”(SOBOUL et al, p.309). Durante estos años se produce una apertura de la censura y se da una situación de compromiso en donde los ataques se dirigen a la aristocracia y se defiende la idea- y el accionar- del déspota ilustrado (aquel que actúa a favor del pueblo pero sin él). Por último (1770-1789) es un período de difusión de ideas más que de creación.
Hay que tener cuidado en pensar que la ideas de la ilustración eran patrimonio de grandes masas o que tenían el mismo desarrollo en los distintos países europeos. Su lugar de difusión era las reuniones de té organizadas por las damas de sociedad primero y luego por los llamados “déspotas ilustrados que se disputaban la presencia de los “filósofos “en su cortes. Los libros que eran caros en forma lenta transitaban en círculos concéntricos cada vez mayores. “(…) la audiencia de las Luces fue múltiple, como diversos eran los filósofos. A pesar de lo importante del fondo común y del amplio acuerdo sobre las nociones fundamentales de razón, naturaleza, felicidad o progreso, la acogida de las Luces se vio diversificada tanto por las circunstancias como por los intereses sociales divergentes. Las corrientes de pensamiento y sensibi­lidad del siglo, que respondían a la diversidad de las estructuras menta­les y sociales, se encarnaron en tal fecha en tales hombres y tales gru­pos. Del pensamiento personal a la resonancia social, los valores se ins­cribieron en los hechos y se vieron desviados y, en cierto modo, desna­turalizados. Las Luces se refractaban o se deformaban a través del pris­ma de las realidades sociales y sus exigencias.”(SOBOUL et al, p.335). Los distintos sectores sociales del siglo XVIII irán asumiendo el nuevo lenguaje aunque el contenido que incorporen a los nuevos odres será disímil y el resultado explosivo.

El liberalismo ingles

La obra de John Locke genera las bases del liberalismo. Sus obras abarcan desde una teoría del conocimiento (Ensayo sobre el entendimiento humano) base del empirismo hasta el desarrollo de una teoría del Estado (Dos tratados sobre el gobierno civil).
Frente al racionalismo cartesiano niega la existencia de  ideas innatas, ya que las mismas son producto de la práctica (acumulada) y del uso de razonamiento analógico.  El saber humano es probabilístico lo que le permite alcanzar el cómo pero no el porqué de las cosas. Este razonamiento no niega a dios, que es convertido en  arquitecto que hace su obra pero la deja funcionar mecánica y armónicamente.
Su concepción del mundo (y política) se basa en un conjunto de principios.
1.    La existencia de un dios creador que es incognoscible, del que podemos ver sus accidentes pero no su esencia. Su existencia siempre se supone porque nosotros existimos
2.    La existencia de una ley universal de la naturaleza, en tanto creación divina,  que impone la armonía universal.
3.    La existencia de una racionalidad humana. El ser humano se mueve por los impulsos de autoconservación y a partir de ello su accionar está impulsada por el placer (bueno) y el dolor (malo)

El Estado y la propiedad

Su razonamiento lo lleva a afirmar que existen derechos naturales, dados por dios, a los hombres desde el momento de su nacimiento. Estos derechos son ahistóricos y eternos: vida, libertad y posesión de bienes. El hombre que es libre y racional  mantendrá la paz mientras que se les respeten sus derechos naturales.  Afirma que trasgredir los derechos naturales no son solo un atentado contra el individuo sino contra el conjunto de la humanidad.
Así fundamenta la existencia de la propiedad privada, pero advierte que cuando esta excede lo que un individuo puede usar se convierte en un atentado. Esto es moralmente condenable pero se convierte en un problema político. La solución a esta problemática es la generación de un pacto que funda al Estado. La ambigüedad de qué hacer con el acaparamiento  de propiedad generará conflictos posteriores a la interna del liberalismo.
Este Estado debe ser imparcial por lo que debe estar por encima de los intereses particulares, manteniendo la paz y la seguridad al defender el derecho de propiedad. La legitimidad del  gobierno implica la aceptación de la autoridad por parte de los hombres y la sanción moral positiva de los gobernantes.
El poder despótico o tiránico es aquel que es  incapaz de obtener el consenso en tanto que atenta con su accionar contra los derechos naturales de los individuos. Frente al mismo Locke argumenta el derecho a la rebelión, que puede ser asumida por el conjunto de los ciudadanos, un pequeño grupo o por un individuo que asume la representación de la sociedad toda. La aceptación por parte de la población está dada por el triunfo de la acción.
Es interesante notar como paulatinamente este derecho va a desaparecer de las reflexiones liberales y será retomada por la izquierda en el siglo XIX.
*Profesor de historiología en formación docente
Bibliografía citada
SOBOUL et al  (1997)El siglo de las luces, Madrid, Akal

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